domingo, 26 de septiembre de 2010

NO SOMOS NUESTRA MENTE

Las personas que no hayan encontrado su verdadera riqueza, que consiste en la alegría del Ser y la consecuente paz, podrían considerarse mendigos, aunque tuviesen riqueza material. Si buscan fuera de ellos, la realización, el placer, lo hacen sólo para lograr la aceptación de los demás, el amor o la seguridad, sin advertir que en su interior tienen ya todo eso y mucho más, que es infinitamente mayor a todo lo que lo externo pueda ofrecer.
Al volcarnos a nuestro interior, nos conectamos con lo infinito e indestructible ; es encontrar la naturaleza verdadera más allá del nombre y de la forma.
La falta de capacidad de sentir la conexión, daría como resultado la ilusión de separación de uno mismo y del mundo que nos rodea.
Buda define a la iluminación como el fin del sufrimiento, y somos nosotros mismos los que tenemos que descubrirlo, entrando en el interior de cada uno.
El Ser es la única Vida, eternamente. Pero no intente descubrirlo a través de la mente, ni de comprenderlo; solamente se puede conocer cuando la mente está en quietud. Tampoco se trata de utilizar la palabra Dios, ni afirmarla ni negarla, pues es una idea en la que uno cree, un ídolo mental.
El Ser es un concepto abierto, no reduce lo infinito invisible a una entidad finita. No se puede formar una imagen mental de ello. Generalmente , las personas, se identifican con la mente y es lo que hace que el pensamiento se vuelva compulsivo. El bullicio mental continuo impide encontrar la quietud interior, la que es inseparable del Ser. Si uno no puede dejar de pensar, la mente lo utiliza a uno, pues a ella le gusta insistir en los problemas.
La verdadera libertad es comprender que uno no es la entidad que lo posee, el que piensa. Cuando observamos esa entidad , la que piensa , se activa un nivel más alto de conciencia , y advertimos que existe un reino de inteligencia más allá del pensamiento.
Podemos liberarnos de la mente, de los patrones de pensamientos repetitivos ; al observar un pensamiento , no sólo es conciente de él, sino de nosotros mismos como testigos de él. Así se produce el fin del pensamiento compulsivo.
Al practicar la discontinuidad en la corriente mental, que, al principio , puede llevar algunos segundos , pero gradualmente, serán de mayor longitud. En esos momentos se perciben , se sienten , la paz y la quietud.