La sincronicidad es un término que fue concebido por Carl Jung, quien hace referencia a la unión de los acontecimientos interiores y exteriores de una manera que no se puede explicar, pero tiene sentido para el observador ; son eventos ocurridos en nuestras vidas que adjudicamos a la casualidad, a la magia o a la suerte.
Seguramente encontraste o recibiste una llamada de alguien que habías conocido en el pasado, del que una horas antes te habías acordado, o quizás, diste con el libro que contiene la información que necesitabas.
La sincronicidad es algo que nos representa en el plano físico, las ideas o soluciones que residen en la mente de la forma más fácil y sin esfuerzo.
Cuando olvidamos la seguridad, lo conocido, los planes establecidos, de lo que se supone que debemos hacer, es ahí donde aparecen esos momentos de estado de alerta y la apertura perfectos para tomar conciencia de esa dimensión simbólica de la vida, que es, en última instancia, la que nos da la clave no solamente para la solución de los problemas, sino para hallar nuevas maneras de vivir.
La fe en uno mismo, en la fuerza creativa del universo que nos guía a dónde queremos llegar, la certeza de que si existe algún miedo que nos bloqueaba, también existe un amor que nos motiva a ensayar, observar más allá de lo conocido; y vamos a elegir la aventura de vivir y nunca el hastío. Depende de cada quien el seguir en una actitud de aceptación de la fuerza universal que parece conocer exactamente lo que precisamos y nos lo brinda con generosidad. No significa ver para creer sino creer para ver, pues lo que existe en nuestra mente es lo que hace que nos atraigan y nos veamos atraídos hacia lo que es análogo.
Las ideas poseen una vibración, y a otros niveles tienen forma y color que hace que atraigan lo análogo. ¿ Y por qué no vivimos muchas veces lo que deseamos, donde todo se resuelve, en el que la información fluye constantemente? Porque siempre depende de que en la mente generemos mensajes positivos y emociones bondadosas en el corazón. Si la razón prevalece sobre el sentimiento por el temor a lo desconocido, éste corta el flujo inmediatamente.
Las actitudes pesimistas, la negatividad que conduce al cansancio, la rutina, a desear recibir siempre, en lugar de darse a uno mismo y a los demás, generan estados de bloqueo e inactividad.
El estado de fluidez es confianza en las propias posibilidades; fluir significa trabajar por ese estado positivo interno que nos mantiene protegidos y dispuestos a abrirnos a nuevas experiencias y milagros.
Generalmente los miedos, dudas y no saber realmente sobre nuestras capacidades nos bloquean; mirar al pasado con resentimiento y al futuro con recelo. Creer que "no se puede" o "no es posible" y que no habría otra opción y toda la programación negativa; si eso es lo que hay en la mente, eso es lo que se materializará.
Tenemos que convencernos, motivarnos y dirigir nuestra mirada interna hacia lo que deseamos que se convierta en realidad. Seguir la voz de la intuición y saber diferenciar lo que es la intuición de lo que es la voz del ego. Del mismo modo en que el amor es el polo opuesto del temor, la intuición, que viene de nuestro ser interno, es el polo opuesto de la voz del ego. Son dos caras de la misma moneda, un polo es guiado por el amor y el otro por el temor.
La intuición siempre soluciona todo para nuestro mayor bien y el de todos los involucrados, llega en el momento correcto, nunca ataca a nadie y se posiciona en el presente. El ego habla en voz alta y es repetitivo, tiene temor y está a la defensiva, repasa continuamente el pasado y crea expectativas de cara al futuro.
En general se está más proclive a creer en lo conocido, motivo que lleva a perder la oportunidad de vivir en la magia de la inceridumbre.