martes, 6 de julio de 2010

LA REALIDAD

La realidad nos es de utilidad para transformar nuestro interior; si no la aceptásemos tal como es en el presente, no podríamos cambiarla para mejorarla. La aceptación de la realidad que vivimos nos invita a verla como una oportunidad para aprender a amarnos y amar, y a aprender a ser felices.
Si en esa realidad no hubiese paz, armonía, orden y respeto, la aprovecharíamos para darnos cuenta que estamos rechazando eso, y no tendríamos armonía y paz interior.
La felicidad nunca depende de lo que ocurre afuera de nosotros, sino de la actitud que adptamos ante los hechos que se presentan, pues, no aprovecharíamos las experiencias sino luchando contra ellas.
Aprendemos a tener paz y armonía, justamente , en la vida diaria, con los conflictos y situaciones difíciles, sufrimientos, desaires, injusticias, etc. Si fuésemos a vivir a un sitio donde existen el respeto, la armonía, la paz, no tendríamos la oportunidad de aprender, porque no nos conoceríamos a nosotros mismos; y allí descubriríamos nuestras limitaciones y podríamos trascenderlas.
Si sembramos semillas de amor, respeto, paz, armonía, las actitudes, los pensamientos, las acciones, van a ser de amor, respeto, paz y armonía.
Siempre imaginemos y pensemos lo mejor de todo lo que ocurre.
Por otra parte, si no aceptásemos los hechos de la vida presente, esa actitud sería una limitación para la felicidad, y la vida nos ofrece, de este modo, la oportunidad para aprender a aceptarlos, enfrentándonos a ellos.
Jesús siempre habló con palabras sencillas( aunque mal interpretadas en muchos casos) : " La verdad os hará libres"   Conocer la verdad es comprender a través de los resultados que obtenemos en las diversas situaciones; " Buscad el Reino de Dios dentro de vosotros y lo demás se os dará por añadidura"
Si encontramos el Reino de amor en nuestro interior, todo lo que se presente en la vida va a ser obra del amor.
En tanto y en cuanto no aceptemos la realidad como un aprendizaje, una liberación, no estaríamos en condiciones de liberarnos del sufrimiento. Con esa liberación, nos encontraríamos con paz interior, a pesar de lo que suceda afuera.